En estos últimos meses, a raíz del Sínodo para la Amazonía, desde Selvas Amazónicas hemos hecho varios talleres y actividades de sensibilización en torno a la realidad de la Amazonía y el papel de la iglesia en la crisis socioambiental la que se enfrentas los territorios y pueblos amazónicas.
En esas presentaciones tratamos de exponer la situación dramática que vive la Amazonía debido al expolio de occidente, concienciar sobre el papel fundamental de nuestro modo de vida en la degradación ambiental y en el sufrimiento y opresión de tantos seres humanos, y cómo las decisiones de nuestro día a día afecta a personas en otras latitudes del planeta. No es otra cosa que ser consciente de ese «todo está conectado» que nos repite el Papa Francisco una y otra vez en la Laudato Si’
Nuestras decisiones no son inocuas, nuestra forma de vida no nos incumbe solo a cada uno y cada una, tienen consecuencias en la creación y en la vida de otros seres humanos. Si lo que consumimos desde ropa, café, chocolate, azúcar (por poner sólo unos ejemplos) tiene detrás trabajo esclavo adulto y tantas veces infantil, la destrucción y contaminación de territorios, si requiere transportarlo desde los lugares más remotos del planeta para que podamos consumir, por ejemplo, sandías en pleno enero, entonces claro que es nuestra responsabilidad el sufrimiento de nuestra casa común y el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. Y ante eso, ¿algo tendremos que hacer? Porque Dios no puso en nuestras manos la creación para aniquilarla, ni nos dijo que fuéramos impasibles ante el dolor del resto de sus hijos e hijas.
A unos días de comenzar el Adviento y con la Navidad a la vuelta de la esquina, lo que consumimos, lo que regalamos, cómo celebramos podemos hacerlo desde el consumismo inconsciente y sin sentido o desde un consumo pensado y sentido. Podemos dejarnos llevar por los mandatos de derroche de la sociedad en la que estamos inmersas o podemos acercarnos a la perspectiva indígena que nos invita a una vida más frugal y austera, una vida en la que accedamos solo a aquello que necesitamos, sin la acumulación desmedida de productos, una vida abierta a la celebración en comunidad y a la transcendencia.
¿Y desde la consciencia y la responsabilidad cómo celebrar estas navidades?, ¿de qué vamos a llenar nuestras mesas, nuestros encuentros y celebraciones? ¿las personas que queremos necesitan todo eso que tenemos pensado regalarles? ¿y qué hay detrás de esos regalos?
Ojalá seamos capaces de vivir una Navidad que traiga luz y cuidado no sólo a nuestros seres queridos, sino que ilumine y cuide la creación a las personas más vulnerable del planeta.
Mar Díaz